El día 1 de septiembre del 2012 miles de personas se quedaron sin tarjeta sanitaria, la mayoría, inmigrantes sin papeles o en situación regular pero que habían perdido su trabajo. Mujeres y hombres que hasta hacía poco habían cuidado de nuestros hijos o padres, que pintaban nuestras casas o regaban nuestros jardines. De un plumazo, nuestros gobernantes les quitaron la posibilidad de enfermar y, si lo hacían, no nos teníamos que enterar los que sí que disfrutábamos de ese derecho.
De pronto pasaron a ser invisibles; dejaron de acudir a las consultas del ambulatorio o del hospital; nos olvidamos de ellos hasta que la otra tarde, una de estas mujeres no pudo más con su dolor y silenciosamente esperó a ser atendida en el servicio de Urgencias del hospital que hasta hacía poco le correspondía. Allí le hicimos lo necesario para llegar a un diagnóstico de sospecha y aliviar su dolor por unas horas. Pero necesitaba más pruebas, parecía grave, teníamos que citarla en varios servicios y, ahí saltó la alarma. ¡Imposible sin tarjeta sanitaria! No puede traspasar la barrera, no importa el diagnóstico, no tiene derecho. Con las mismas, tuvimos que mandarla a casa con un “lo siento” y poco más.
Al día siguiente, escribí una pequeña carta que era un grito de rabia e impotencia a mi grupo de amigos de Vecinos. Tenía que contarlo. Ellos, a su vez, lo contaron a otros amigos y estos a otros…. Y se difundió por Facebook y Twitter… En las siguientes horas llegaron muchísimos mensajes de indignación, de solidaridad y de ayuda (gente que ofrecía ayuda económica, su tarjeta sanitaria, que preguntaba qué podían hacer…) Gente anónima, periodistas, ONGs (maravillosos Médicos del Mundo por su ayuda incondicional), el grupo de Yosisanidaduniversal (increíbles) Tantos implicados, tanta atención, tanta solidaridad… obtuvo resultados, en este caso algo esporádico, único.
Y ocurrió que mi corazón, arrugado y encogido por tantas malas noticias diarias en este país nuestro, de pronto empezó a latir con otro ritmo. Saqué pecho, empecé a respirar con más fuerza porque sentí que hay mucha buena gente, que no todo está podrido, que podía tener esperanza.
Y, por eso, quiero agradecer esa ayuda, esas palabras de ánimo. Es necesario que todos los Irina, Abdul, Yanina, Vasyl…recuperen su dignidad. Es necesario que recuperemos la esperanza.
¡GRACIAS!
Fdo: Goyi Alonso
Carta abierta de Alfredo García-Plata
Queridos afiliados y afiliadas, Desde esta carta abierta,...