Vecinos por Torrelodones

Discurso de Elena Biurrun en el día contra la violencia de género: En España cada año los medios de comunicación nos informan, uno por uno, de los asesinatos de género que se producen. Son cifras estremecedoras y muestran que la violencia contra las mujeres es el reflejo tenebroso de una sociedad aquejada de un mal endémico: la desigualdad de género.


En España cada año los medios de comunicación nos informan, uno por uno, de los asesinatos de género que se producen. Son cifras estremecedoras y muestran que la violencia contra las mujeres es el reflejo tenebroso de una sociedad aquejada de un mal endémico: la desigualdad de género.
De esa desigualdad de género, proviene esta violencia. Y por ello no sólo son responsables los agresores y no sólo son víctimas las mujeres que la sufren. Lo somos todos. Porque nos afecta a todos, a la sociedad en su conjunto. Los Gobiernos, los legisladores, los educadores y los medios de comunicación han asumido un compromiso político tomando medidas para erradicar esta terrible lacra… Pero también nosotros y vosotras, ciudadanas y vecinos, debemos poner nuestro granito de arena, en la medida de nuestras posibilidades, vigilando y denunciando a los agresores, apoyando a las víctimas, concienciando del problema a las jóvenes generaciones… Por muy difícil que nos parezca terminar con la violencia contra las mujeres, esa debe ser nuestra meta, ese nuestro objetivo último e irrenunciable.
Romper el vínculo es lo más difícil. Demasiado difícil, se dicen las víctimas, que adoptan un papel de resignación. Aguantan, por miedo, por los hijos, por el dinero. La crisis económica está afectando de forma significativa el número de denuncias. El 97% de mujeres víctimas de la violencia de género dice que la crisis supone un freno para denunciar. Además, de los datos se desprende que la mayor parte de las encuestadas (un 65%) no tenía empleo en el momento en que sufrió violencia de género y que un 85%, si hubiera tenido trabajo, se hubiera sentido más fuerte y no hubiera alargado tanto la situación. Por ello, la principal conclusión a la que llega el estudio es que «el empleo es, probablemente, la principal herramienta para combatir la violencia de género, ya que dota de autoestima a la víctima y le proporciona la autonomía e independencia necesarias para superar esta difícil situación». Son datos de un informe publicado por la fundación Adecco y que también se reflejan en los juzgados. Entre enero y junio de 2013 se han contabilizado 60.982 denuncias por violencia de género, un 4,1% menos que en el mismo periodo del año anterior. Y es una preocupante tendencia interanual que se incrementa desde 2008.
Y estas cifras solo reflejan a las que denuncian, porque una parte importante de las víctimas continúan sin denunciar. Es difícil librarse del agresor, demasiado difícil, se dicen.
La violencia de género no se detiene, continúa sin cesar. Y afecta a edades tempranas. Los menores enjuiciados por violencia de género ha aumentado en un 30% en los dos últimos años. Es un dato preocupante, porque significa que la lacra de los malos tratos no está siendo erradicada en las jóvenes generaciones, sino todo lo contrario.
Pero ¿cómo eliminar la violencia contra las mujeres? Esta no desaparecerá mientras no acabemos con la discriminación que las mujeres sufren en una sociedad con un modelo de cultura patriarcal. La violencia existe porque existe una relación desigual entre hombres y mujeres, donde el control y el sometimiento de las mujeres ha sido no solo tradicionalmente tolerado, sino legitimado. La cultura machista lleva consigo el sentido de supremacía de la posesión del hombre sobre la mujer.
Hasta que las mujeres no dejemos de ser ciudadanas de segunda clase no se acabará con este problema. En el siglo XXI, las mujeres siguen tristemente encabezando los porcentajes de pobreza, menor salario, precariedad laboral y paro. Su presencia y representación en la vida pública, en los puestos de responsabilidad, sigue siendo minoritaria. Cuesta romper ese “techo de cristal” que nos han puesto, pero también, en ocasiones, somos nosotras mismas quienes tabicamos el cielo con un techo de cemento y nos negamos la capacidad de hacerlo. Demasiado difícil, nos dicen. Demasiado difícil, nos decimos nosotras mismas. Sí es difícil, muy difícil, pero nunca demasiado difícil. Eso debemos decirnos. Eso debemos decirles a nuestras hijas. Repetírselo hasta la saciedad.
Y, mientras, en el ámbito privado, el trabajo de las mujeres en el hogar sigue siendo invisible e infravalorado. Durante siglos, la memoria histórica de la mujer ha desaparecido, naufragado en gigantescas lagunas de cotidianeidad. En palabras de Virginia Woolf: «Porque todas las comidas se han cocinado, los platos y las tazas lavado; los niños enviados a la escuela y arrojados al mundo. Nada queda de todo ello; todo desaparece. Ninguna biografía, ni historia, tiene una palabra que decir acerca de ello.»
Debemos, en fin, trabajar para modificar estas concepciones erróneas. Todavía queda un largo camino por recorrer, para conseguir que el derecho natural entre iguales deje de ser una utopía y sea una realidad.
El camino de la igualdad es largo y empedrado y aún más difícil de recorrer con tacones y la carga de la histórica discriminación en la mochila. Pero si el peso de la supervivencia de nuestros pueblos ha estado sobre nuestras espaldas durante siglos y milenios, eso significa que podremos cargar esas arrobas adicionales hasta conseguir culminar la meta, la cumbre. Edurne Pasabán, la alpinista española, la primera mujer en la Historia en ascender los 14 ochomiles del planeta, no creyó que era demasiado difícil. Yo tampoco lo creo. Lograr la igualdad entre hombres y mujeres, no es demasiado difícil. Acabar con la violencia de género, no es demasiado difícil. Pero debemos repetírnoslo cada día a nosotras mismas, a nuestras vecinas, a nuestras amigas, a nuestras hijas: no es demasiado difícil. Será la única manera de no dejar de intentarlo.
Raquel Fernández es Tercera Teniente de alcalde y Concejala de Servicios Sociales y Desarrollo Local del Ayuntamiento de Torrelodones. El discurso ha sido elaborado gracias a la colaboración de Silvia Pérez de Pablo, guionista.
 
 
 

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