Madrid, 08/05/2021. Ambiente en la Puerta del Sol de Madrid tras el fin del estado de alarma. EFE/Luca Piergiovanni.

Madrid, 08/05/2021. Ambiente en la Puerta del Sol de Madrid tras el fin del estado de alarma. EFE/Luca Piergiovanni.

Fin del estado de alarma. Nueva etapa. Llevamos tan solo unos días desde que se terminara la prórroga, la tercera, del estado de alarma decretado por el Estado español como consecuencia de la crisis producida por la pandemia del Covid-19. 

La madrugada del sábado al domingo las calles de las principales ciudades españolas se llenaron de jóvenes y no tan jóvenes celebrando lo que se ha querido llamar “la libertad” como si el final del estado de alarma significará también el final de la pandemia. Las imágenes han sido impactantes no por su crueldad sino por su insensatez: cientos de personas bebiendo, bailando, gritando, abarrotando calles y plazas sin ninguna distancia de seguridad, sin mascarillas y en multitud… No hay que ser muy lince para entender que, ya no solo es un enorme error y que estamos poniendo en peligro al total de la sociedad, sino que tal interpretación supone una simplificación de la realidad que raya con – y perdón por el término- la estupidez.

Todos tenemos ganas de viajar, de movernos, de salir, de entrar, de no tener horarios, de no tener límites a la hora de reunirnos con quién queramos, con cuantos queramos, para lo que queramos, como queramos… Las ansias de volver a esa realidad o normalidad que ya no volverá nunca se pueden incluso palpar, pero por mucho que las ganas nos aprieten, que el cansancio nos traicione, que el aburrimiento nos desespere… la situación sigue siendo delicada y debemos ser, ante todo, responsables.

 

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Oímos hablar de necesidad de más y más divulgación, pero no cabe más información sobre la situación que estamos viviendo, sobre la que hemos vivido y sobre la que se nos puede venir encima que la que hemos estado recibiendo desde que estallara la crisis en marzo del pasado año. La cepa india ya está en nuestro país y el verano anima a más movimientos y más viajes y, aunque la vacunación avanza todo lo rápido que puede, todavía nos queda mucho trabajo y prudencia por delante.

La ciudadanía tiene ahora mismo una responsabilidad enorme. No vale ya más que tengan que ponernos límites como si se tratara de adolescentes al cuidado de sus progenitores. Somos responsables de nosotros mismos, todos y cada uno de nosotros, sin posibilidad de escatimar un ápice de sensatez, prudencia y, sobre todo, búsqueda del bien común. No pensar tanto en las ganas propias como en el cuidado de nuestros mayores, enfermos, amigos, familiares…

 

 

 

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