Vecinos por Torrelodones

Hace solo unas semanas, decidimos que una de las entradas a nuestro blog podría ser hablar sobre el placer que algunos sentimos cuando caminamos. Ahora, solo tres semanas después, quizá deberíamos hablar de la necesidad que tenemos de volver a hacerlo, confinados en nuestras casas y deseosos de volver a la normalidad. Quizá podríamos desde […]

el placer de caminar

Hace solo unas semanas, decidimos que una de las entradas a nuestro blog podría ser hablar sobre el placer que algunos sentimos cuando caminamos. Ahora, solo tres semanas después, quizá deberíamos hablar de la necesidad que tenemos de volver a hacerlo, confinados en nuestras casas y deseosos de volver a la normalidad.

Quizá podríamos desde aquí relacionar el antiguo placer y la ansiedad actual, para que al regreso a la vida que suponemos normal, podamos gozar de ese tesoro que algunos disfrutamos y que está al alcance de todos los que se lo propongan, más en un entorno como el de Torrelodones.

Todos andamos. Todos y todas, en algún momento del día, somos caminantes, peatones. Algunos, incluso adoptan la caminata como forma de combatir el sedentarismo, y no es raro verlos a diario en nuestro pueblo haciendo sus particulares trayectos, con mayor o menor ilusión, con espíritu deportivo o con cara de obligación cumpliendo el rito cotidiano. Y todo ello está bien, pero en este momento no es el objetivo de este post.

Hoy, a pesar de nuestro ‘retiro’, queremos referirnos al placer de caminar por caminar, de vagar sin otro objetivo que reconocer nuestro cuerpo y unirnos, en lo posible, al paisaje que nos rodea, sea rural o urbano, con frío o calor, en una suerte de meditación que nos lleva a conocer nuestro interior y a disfrutar de todo lo bueno que nos rodea.

Hace años que esta práctica es habitual en nuestra vida. Ya sea en paseos cortos o en largas caminatas de varias horas (o días); el objetivo no es el final, sino el trayecto en sí mismo. No preguntarse cuánto falta, cómo es el terreno que viene o cuál es la dureza del recorrido que nos espera por delante. Simplemente salir y cubrir una etapa, gozando de todo lo que puede ofrecerse ante nuestro ojos, que siempre es mucho y muy variado.

 

Un viaje interior

 

Y esta interpretación del caminar, la soledad, el paseo sin compañía, es un elemento gratificante más. Permite apreciar más el entorno, pero sobre todo permite ese viaje interior que debemos proponernos al menos una vez al día, aunque sea por pocos minutos, para conocer y disfrutar eso tan grande, ahora mucho más valorado, que es la vida de todas y cada uno de nosotros.

Ahora vienen unos días de vacaciones en los que muchos de nosotros habíamos organizado escapadas de de muchos tipos, entre ellos, planes de senderismo. Pero nos toca quedarnos en casa. A todos. Lo sabemos pero, desde aquí os queremos animar, para cuando sea posible retomar nuestra vida ahora interrumpida, a que uno de los cambios fundamentales y necesarios sea conoceros más, disfrutar de nosotros mismos y de nuestras familias sin prisas; detener la vida absolutamente desbocada que llevábamos hasta ahora y empezar a disfrutar de los pequeños placeres.

Y os aconsejamos introducir entre ellos el hábito de pasear, como forma de contacto con la naturaleza, con los más cercanos y con nosotros mismos. Dejemos por un rato las prisas, las obligaciones, y demos una oportunidad a la sencillez y al ocio. Estamos viendo que la imaginación y la creatividad son armas que teníamos olvidadas, pero que nos pueden ayuidar en momentos decisivos.

Tenemos la suerte de gozar de un paisaje envidiable, donde las rutas se multiplican, donde la belleza natural está todavía presente, donde nos podemos olvidar del estres, de los humos, a poco que nos alejemos del centro del pueblo. Cantos Negros, la Berzosilla, el Enebrillo, las presas del Gasco o del Guadarrama, el puente romano…, tantos sitios y rincones para perderse; tantos parques urbanos que descubrir; tantas calles desconocidas.

 

Paciencia, humor y tranquilidad

 

Y, para ello, no es necesario equiparse. No hay que calzarse zapatillas milagrosas. Solo debes cargarte con un poco de paciencia, buen humor y tranquilidad, para cada día conocer y conocerte un poco más. No te pongas metas, no midas, no cuentes,  olvida pulseras o GPS. Solo un paso detrás de otro para llegar a tu destino, que solo tú marcas, guardando en tu imaginación los logros del día.

Cuando todo esto termine y ya puedas salir, te aconsejamos que busquen en el paseo, en las caminatas, una forma de relajar tu cuerpo y conocer tu interior. Cada día buscarás un poco más, cada día las sensaciones variarán, cada día estarás un poco más cerca de tu meta.

Mientras eso llega, disfruta soñando a dónde irías… ¡Feliz Semana Santa!

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