logo_retinaNo hay palabra que tenga mayor significado que la palabra ‘palabra’. “Todo está en la palabra” decía Pablo Neruda (“persigo las palabras…  son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema”). La palabra lo dice todo. Con ellas podemos hacer infinitas combinaciones y mediante ellas podemos expresar casi cualquier cosa, sentimiento o emoción. Los pensamientos precisan también apoyarse en las palabras. La expresión “no puede expresarse con palabras” requiere al menos cinco palabras, y cuando decimos “no tengo palabras”, la realidad es que tenemos por lo menos tres.
Mediante la combinación de las palabras se construye el lenguaje, y el lenguaje es una prestación exclusiva de la especie humana. La evolución de nuestra especie (y de nuestro cerebro) tiene mucho que ver con haber adquirido la capacidad de articular y construir palabras, de entrelazarlas y de construir un lenguaje más allá de gestos y sonidos.
Las palabras nos enseñan, nos consuelan, nos calman, nos preguntan y responden.
Nos gustan las palabras, las esperadas; también las inesperadas, las que leemos en una novela, las que nos penetran en un poema o nos inquietan si son teatro. A veces nos emocionan cuando las cantan, nos seducen en el discurso de un sabio, nos arrastran si son recitadas, nos reconfortan cuando perdonan, alaban, aman o se arrepienten, o nos conmueven cuando lloran. Nos agradan las que recuerdan hechos o relatan historias y, sobre todo, nos gustan las palabras que nos hacen reír. Muchas palabras nombran todo aquello que no podemos tocar y que no tiene dueño (acordes, sueños, deseos, soledad, melancolía, silencio, misterio, tiempo, placidez, sosiego, …), pero lo hacemos nuestro al nombrarlo.
Tanto nos gustan las palabras que hasta nos gustan calladas, cuando se despiertan y se agitan en la mente ansiosas por salir, las que nacen del silencio y de la atenta escucha del mundo, y también las que se atreven a ser escritas. A veces nos hieren cuando gritan, critican o cuando se visten de una sinceridad que duele.
palabras
Pero lo cierto es que el uso de la palabra y el lenguaje también tienen su lado negativo. Con las palabras podemos agredir, insultar, encizañar, tergiversar, manipular o mentir. El lenguaje puede transmitir pensamientos confusos, imprecisos o zafios. Qué decir de lo que se escribe en las redes. En lo referente al lenguaje político, éste puede utilizarse de diversos modos. Con soltura, corrección, precisión, respeto, claridad expositiva o con argumentaciones bien construidas. Pero también de modo torpe, banal, deslavazado, ambiguo, despectivo o menesteroso; e incluso con ánimo insultante. En estos últimos casos, el lenguaje no propicia el diálogo o el entendimiento; por el contrario, persigue obstaculizar la consecución de cualquiera de estos objetivos, pilares de la convivencia.
Hay también discursos tan grandilocuentes como vacíos, o engalanados de pedantería. Hay quien se empeña en demostrar hablando que no tiene nada que decir, o el que es tan inteligente que no se entiende lo que dice. “La claridad es la única estética permitida en el lenguaje”, afirmaba Gregorio Marañón, y “no hay talento más valioso que el de no usar dos palabras cuando basta una”, señalaba Thomas Jefferson. La palabra “aparentar” tiene más letras que la palabra “ser”. En definitiva, como decía Samuel Johnson, “el lenguaje es el vestido del pensamiento”.
Hablar también es gratis y, lamentablemente, parece salir gratis en nuestro panorama político. Se puede, por ejemplo, prometer o mentir sin ningún rubor. Los ejemplos sobran. El líder de un partido acorralado por múltiples casos de corrupción puede afirmar henchido de orgullo ante los suyos y ante los medios que una de las fortalezas que representaban sus siglas es la “ejemplaridad” (12.02.17, XVIII Congreso Nacional del PP).
El caso es que las palabras dicen pero no hacen. La palabra fuego no quema. Son muchos los lenguaraces, pero no tantos los que traducen las palabras en hechos. Desde luego, hay muchas cosas dignas de decirse o de escribirse, pero en Vecinos por Torrelodones estamos empeñados en decir y escribir cosas que sean dignas de hacerse. Y hacerlas. Ese ha sido siempre nuestro propósito y con ese propósito ha sido escrito nuestro programa. Nos gustan las palabras y, por eso, cuidamos las palabras.
programa
“Acaso una mirada me bastara, mirarte y encontrar una palabra”
(Luis Eduardo Aute)
“Hoy que te amo dejará de ser la libertad una palabra escrita en la pared”
(Pablo Guerrero)
“Solo palabras puedo ofrecerte”
(Los Módulos)

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