«Que tengas un buen día… a no ser que tus planes sean otros».
Si hemos comenzado este texto tratando de arrancar una sonrisa, quizá tampoco sea mala idea ponernos una sonrisa al salir de casa, dejar la cara de lunes y comenzar así el día. Sería bueno que la sonrisa formara parte de nuestro vestuario. Fruncir el ceño requiere la intervención de muchos más músculos que sonreír. Entonces ¿por qué no lo practicamos más?
Los seres humanos estamos genéticamente programados para interpretar las señales faciales y para aprender rápidamente su significado. El lenguaje facial es el lenguaje más universal y, la sonrisa, la más positiva de todas las expresiones. Todos sonreímos en el mismo idioma. Son también expresiones faciales muy positivas las que denotan ilusión, asombro o una sorpresa agradable. En esto la cara de los niños son el mejor ejemplo. Está comprobado que los niños sonríen muchas más veces al día que los adultos. Su capacidad de asombrarse o ilusionarse está intacta, mientras que en los adultos parecen mermadas, quizá por el peso de las responsabilidades, por el pasado acumulado, por la preocupación por el futuro o por todo lo demás. Lo cierto es que la ilusión, la risa y el sentido del humor son aspectos fundamentales en el ser humano a lo largo de toda la vida.
Numerosos estudios de psicólogos y psiquiatras señalan que tanto el humor como nuestra capacidad para ilusionarnos pueden ser útiles en el tratamiento de sus pacientes. Son muchas las publicaciones sobre el efecto favorable de la risa y el sentido del humor en la química cerebral y en el sistema inmunológico. No pretendemos, por tanto, descubrir aquí nada nuevo, sino aprovechar estas fechas para recordarlo. En todas las situaciones, hasta en las más dramáticas, siempre hay posibilidad para que el humor o una sonrisa nos alivien o nos salven. No son un lujo, lo necesitamos para vivir. Nietzsche decía que “el hombre sufre tan profundamente que ha debido inventar la risa”.
La sonrisa es contagiosa, invita a otra sonrisa. Es la mejor carta de presentación, inspira confianza, denota amabilidad, acorta las distancias, suaviza asperezas y abre puertas. Además, el sentido del humor nos protege contra la mitificación de la realidad y de las verdades; es el lubricante que suaviza los calentones de la vida cotidiana, una práctica diaria necesaria para la higiene mental y un refresco con el que rociar los contratiempos que sufre el cerebro. El humor enriquece la realidad y es la primera forma de autocrítica y de desdramatización. Puede hacer tambalear antiguas hipótesis fundamentales, sirve para desautorizar a los maestros, sin que ello suponga una falta de respeto; o para no acobardarse ante aquellos mucho más inteligentes que tú y que ya han reflexionado y decidido sobre todo. Hay que desconfiar de todo productor o vendedor de conocimiento que no encuentre el momento de sonreír ampliamente sobre si mismo. La estupidez, la arrogancia o la pedantería tienen mucho que ver con la falta de sentido del humor. También los fanáticos carecen de la capacidad de reírse de si mismos.
El humor y la risa es eso que siempre ha faltado ¡y sigue faltando! en la ciencia, en la filosofía y en tantas ideologías y tantísimas creencias de la historia de la civilización. Pero en este mundo de frío pragmatismo racional dominado por el egocentrismo y el economicismo, todavía existen rincones del universo y de nuestro cerebro que nadan contra corriente. El sentido del humor, la risa y la capacidad para ilusionarnos se encuentran en esos rincones. La ilusión no nos da de comer, pero nos da todo lo demás.
Por muy manido que sea decirlo, en estas fechas de regalos, animémonos a regalar sonrisas. Puede que con ellas no cambiemos el mundo pero cambiaremos, seguro, el estado en que vivimos en ese mundo. Sonreír no cuesta nada, pero vale mucho.
«Ponte la brisa verde
y zapatos de aurora
llena de mar tus pasos
de sonrisas las horas
deja tu pelo al viento
para que el barrio inquieto
corra el rumor que has vuelto
por las calles y el metro
y empiece a amanecer»
Bernardo Fúster
¡Feliz Navidad con sonrisas!